Lleno absoluto -unos 15.000 espectadores- y euforia total. Así comenzó la tarde de ayer en Castrelos y de la misma manera terminó. En medio, nervios, emoción y algunos altibajos.
Foto: Xoán Carlos Gil (lavozdegalicia.es). |
Sobre las 18.30 ya empezaban a llegar espectadores.
Gente de todas las edades, antes de comenzar el partido.
A eso de las 18.30 horas, cuando aún quedaban muchas sillas vacías, Carmen y Julio, de 88 y 82 años, ya estaban sentados ocupando las suyas. "Soy socio desde hace 35 años. Después de haber visto tanto al Celta, no me cabe duda de que puede pasar de todo", advertía. A su lado, su mujer reconocía que el fútbol no es lo suyo. "Cuando nos casamos iba a veces a Balaídos, pero en casa se está más tranquila. Hoy es un día importante y había que estar aquí", añadía.
Momento de la conexión con Tarragona en la pantalla gigante
Eso mismo, que no era un día cualquiera, debió de pensar todo el celtismo -incluido el alcalde, Abel Caballero- que se dio cita en el parque vigués. Ya mucho antes del dar comienzo el encuentro, los cánticos no paraban: desde los típicos de apoyo al equipo hasta el recuerdo poco cariñoso para los rivales, pasando por la aclamación a futbolistas como Iago Aspas, Orellana y, en este caso, también al céltico Dani Abalo, por jugar esta temporada cedido precisamente en las filas del Nástic. Los celtistas no se olvidaron tampoco de Djukic -"si hay penalti, tíralo"- ni de Papadopoulos -con más cachondeo que otra cosa-.
El árbitro señala la pena máxima a favor del Celta
Eric Álvarez, de siete años, en cambio, se acordaba de otro jugador. "Apuesto por un 10-0 y que marque alguno De Lucas, mi preferido", aseguraba. No cumplió ese sueño -apenas jugó diez minutos el catalán- pero sí el de ver un poco más cerca un ascenso en el que decía confiar plenamente. Igual que su madre, la brasileña Antonia Cardoso, a quien, según ella misma reconocía, le tira más el Flamengo. "Es mi equipo de toda la vida, pero después de tantos años aquí y con mis hijos nacidos en Vigo, ¿cómo no voy a ser del Celta?", indicaba.
Celebración del gol de Iago Aspas.
Se cantó el himno del equipo como si de Balaídos se tratase mientras la imagen en la pantalla gigante mostraba el saludo entre los jugadores en el Nou Estadi y la euforia se multiplicó con el tempranero gol de Iago Aspas (minuto tres), que volvía a convertir un penalti como ya había hecho el miércoles ante el Xerez. Pero en esta ocasión servía para poner al Celta por delante y el partido de cara. "Eu xa era socio aos trece anos e a xente non formaba este alboroto", exclamaba entonces, entre sorprendido y emocionado, un aficionado de los veteranos.
Calma tensa tras el tanto del Nástic.
Siempre con un ojo puesto en los rivales, el tanto encajado por el Deportivo, que se ponía de inicio con el marcador en contra, desencadenó de nuevo la euforia. Tardarían pocos minutos los de A Coruña en volver a poner las tablas en el marcador, pero el segundo de los vigueses, anotado por Natxo Insa, desató una vez más la locura. Tanto, que en medio de la celebración colectiva, justo al inicio del descanso, un espectador -que fue duramente recriminado por el resto del público con silbidos y gritos de "fuera" y "tonto"- arrojó una bengala desde las gradas del auditorio.
El segundo gol del Celta parecía dar una tranquilidad que fue solo aparente.
Celebración del gol del Alcorcón que supuso el empate del Valladolid.
Debajo, nervios a la espera de la conclusión del choque.
Tras la reanudación, llegó el sufrimiento continuado. El Celta pasaba apuros y algunos aficionados se subían a sus sillas reclamando el ánimo del resto, un tanto alicaído tras el gol con el que los de Tarragona acortaban distancias. Hubo nervios y más de uno se llevó las manos a la cabeza con un par de ocasiones erradas por los locales. Fueron los únicos instantes de silencio en una tarde de infarto.
Celebración y éxtasis tras el pitido final.
Hacia el final del choque, sin cambios en un marcador que reflejaba ya el que sería el 1-2 definitivo, las noticias llegaban de fuera. Una de cal y otra de arena: el Deportivo certificaba el ascenso -aunque eso se convertía ya en lo de menos-; el Alcorcón lograba el empate ante el Valladolid y ponía en bandeja el sueño celeste. "Esto está hecho", exclamaban ya algunas voces al abandonar el parque. Tras el pitido final, gritos insistentes de "que sí, joder, que vamos a ascender", prácticamente ausentes durante la tarde; un amago de Rianxeira desde las gradas y la confianza en que, de vuelta en el Balaídos de siempre, el Celta celebrará el ascenso la semana que viene ante un Córdoba al que, como a los célticos, le valdría el empate para culminar sus aspiraciones.
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