Ante cualquier crítica a la figura de la periodista -en activo desde mucho antes de terminar la carrera, cosa que no se sabe si ha hecho ya- Sara Carbonero, el argumento para rebatirla es sencillo: la envidia. Y algo de eso hay: ella es joven, guapísima, tiene un buen trabajo -y nuevos proyectos constantemente- que, además, combina con campañas publicitarias, y, por si fuera poco, es pareja del también admiradísimo Iker Casillas. Pero, en mi opinión, algo de fundamento puede haber también en las críticas cuando quien las hace es una voz autorizada como la de la experimentada y prestigiosa periodista Rosa María Calaf.
"Seguramente no tiene esa intención, y yo no tengo nada en contra de ella (...) pero hace un flaco favor a la mujer y al periodismo. Frivoliza la imagen de la mujer y contribuye a que la apariencia sea más importante que el contenido", ha declarado a Vanity Fair Calaf, ex corresponsal de TVE en distintos países durante décadas.
Calaf y Carbonero, desempeñando su labor profesional. |
Así, aun estando -en parte- de acuerdo con Calaf, incidiría en lo que también esta deja entrever: que no es culpa -o no del todo- de Carbonero. "Para eso es mejor dedicarse al espectáculo que a la información", opina la ex corresponsal. Y es Telecinco la que se caracteriza por hacer de todos sus contenidos, incluida la ¿información?, morbo y espectáculo. Carbonero no ha sido una excepción y, de este modo, han explotado su imagen cuanto han podido. Por no hablar de aquel famoso beso y, de plena actualidad, una supuesta boda.
El error de Carbonero seguramente sea prestarse a ciertas cosas, pero no aceptar las oportunidades profesionales que se le presentan -se le criticó, por ejemplo, cubrir el Mundial siendo pareja de un futbolista de la selección y el uso que Telecinco hizo de esa relación-. Por mucho que al hecho de que surjan algunas de ellas contribuya, inevitablemente y aparte de su capacidad profesional, su imagen.
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