Cuando llegué a Allariz el domingo 16 por la noche, el lavabo
se había teñido en parte de negro. Cenizas. Un signo visible más, aunque el
menos importante, de los incendios que asolaron los
montes de la provincia de Ourense días atrás.
Resulta inevitable establecer comparaciones con lo sucedido en el
verano de 2006, cuando Galicia ya fue noticia por una oleada de fuegos similar. Pero por si alguien no lo recordara, el presidente de la
Xunta, Alberto Núñez Feijóo, incita indirectamente a que se ponga sobre la mesa
cuando habla de que la situación se debe “a una intencionalidad sin precedentes”. ¿Es que no eran provocados a caso los fuegos de hace cinco años?
Entonces, cuando el bipartito liderado por el socialista
Emilio Pérez Touriño estaba al frente del gobierno autonómico, Feijóo apoyaba manifestaciones contra la gestión de PSdG y BNG en compañía de Rajoy y otros
populares al tiempo que afirmaba lo que ocurría era normal e insinuaba que el único
problema residía en la ineptitud de sus oponentes políticos. Hoy, sin embargo,
el motivo de que el operativo se haya visto desbordado se limita a un aumento
de los pirómanos que antes venían a ser -según daba a entender el popular- individuos cuya conducta formaba parte
prácticamente de una realidad social, la gallega, que los gobernantes de aquel momento desconocían.
Incendio en la provincia de Ourense. |
Mención aparte merece el hecho de que el delegado de la Xunta en Ourense, Rogelio Martínez, acudiese a un partido al Bernabéu en medio del caos. "Non ía andar eu coa mangueira", se justificó De acuerdo -pese a que Feijoo lo hizo en su día... para que le sacasen una foto, eso sí-. Pero hay una cosa que se llama responsabilidad y otra que se denomina pudor. La existencia de ambas, creo yo, impediría a cualquiera comportarse de esta manera, porque la asistencia a un partido de fútbol difícilmente puede ser un compromiso ineludible. E iría más allá, hay una tercera, la inteligencia, que jamás permitiría actuar de tal modo por el simple riesgo -por remoto que fuera, y no lo era tanto cuando finalmente ha sucedido- de que te pillen. Aunque claro, puede resultar más inteligente echarle morro si sabes que el ser cazado no va a tener consecuencias, porque Feijóo y Rueda se han limitado a tirarle de las orejas y decir que ellos no lo hubieran hecho. Ni hablar de cese.
En resumen, los argumentos -o excusas- que no valían hace cinco años tampoco deberían servir ahora. Y si en aquel momento se pedían dimisiones, más justificada estaría la de un señor que se desentiende por completo de sus obligaciones en un momento crítico para atender a su devoción. Pero da lo mismo, los montes ya han
ardido y lo que Feijóo busca a toda costa -y probablemente consiga- es salvarse, él sí, de la quema.
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