Tuitea, que algo queda

Mariano Rajoy tiene Twitter. Lo estrenó esta semana y me atrevo a predecir su fecha de caducidad: 20-N. Ese día, como mucho, dará las gracias a quienes le habrán hecho presidente del gobierno y se pondrá manos a la obra a arreglar el mundo (o, en su defecto, España, con lo que más de uno nos conformaríamos) sin volver a dejarse ver.

Objetivo cumplido (o incumplido) y redes sociales olvidadas. Porque lo mismo sucederá con Rubalcaba –que le lleva unos meses de delantera en esta red social, sí, al menos le gana en algo-, por supuesto. Todavía más cerca de mí, ha pasado ya, por ejemplo, con el alcalde de Vigo, Abel Caballero –que, tras un tiempo de frenética actividad virtual, apenas aparece ya por sus perfiles sociales- y seguro que también con muchísimos de los que en su día fueron aspirantes a alcaldes, consiguieran o no su objetivo el pasado 22-M.

Nunca más se supo del Facebook de Anxo Quintana –hoy repleto de spam y sin señales de vida por parte del nacionalista desde mucho antes de su reciente retirada de la política-, o del de Touriño –que ya ni siquiera existe-. Pero aquí, como decía, da igual ganar o perder, tampoco influye el partido,  porque tres cuartos de lo mismo ocurre con Alberto Núñez Feijoo. También hay ejemplos de políticos permanentemente activos que no sería justo no referir –como Patxi López o Dolores de Cospedal, que siguen al pie del cañón pasadas sus respectivas victorias autonómicas, en el caso del lehendakari ya en 2009-, pero da la impresión de que no es lo más usual.

Las redes sociales son herramientas que, en teoría –no es mucho suponer que haya casos en que cuenten con personas encargadas de estas actualizaciones-, utilizan para acercarse a los ciudadanos, responder a sus demandas, pulsar sus opiniones… Cosas que, como tantas otras, se ve que solo son importantes en campaña. Pero, mientras esta dura, tuitea, que algo queda (o a ver si queda algo... y se traduce en votos).