Dice la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que los profesores son más bien vagos. En la misma línea, el director xeral de Centros de la Xunta de Galicia, José Manuel Pinal, deja caer que se marchan a casa en cuanto pueden sin cumplir las horas que teóricamente trabajan. ¿Qué responderían ellos –y cualquier otro con independencia de su signo- a esa creencia extendida de que los políticos son corruptos? Probablemente, que no se puede generalizar, que son unos pocos y su conducta no se puede extrapolar al resto. Pero conocemos algunos casos, siempre demasiados, y la idea de que son mayoría los que meten la mano en la caja, cala cada vez más.
Aguirre realizó estos días unas polémicas declaraciones sobre la capacidad de trabajo de los funcionarios que indignaron a este colectivo. |
Así, me pregunto en qué se basan ambos para hacer estas afirmaciones que tanto daño provocan en la imagen del docente. Una imagen ya de por sí cuestionada por el hecho de tener X días de vacaciones más que el resto, además de un puesto de trabajo fijo que, evidentemente, es un privilegio, pero al que cualquiera podría haber accedido aprobando la oposición que pasaron ellos. Si efectivamente los profesores son unos vagos, ¿por qué solo se preocupan de intentar solucionarlo cuando necesitan reducir costes? En cualquiera de los dos casos, tanto si lo piensan como si lo utilizan como pretexto, parece claro que el interés por mejorar la educación pública es algo escaso.
He estudiado en centros públicos y he visto de todo: profesores de Educación Física que venían a clase en traje y se sentaban mientras los niños jugaban al fútbol y las niñas al pañuelito u otros que se limitaban a leer el libro de texto, sí. Pero también otros, mayoría, que se esforzaban en explicar los temas, resolver dudas y proponer actividades para captar el interés del alumnado, tarea no precisamente sencilla. En cambio, he sido testigo de otros problemas estrechamente relacionados con el presupuesto que ahora se reduce, como instalaciones visiblemente deterioradas o aulas multiusos por no quedar otro remedio, así como profesores obligados a dar clases que no eran su especialidad, por mucho que se diga ahora que tal cosa no sucede en ningún caso.
Por cuestiones familiares, además, conozco de cerca el trabajo del docente. Nadie duda de que haya tantas y tantas profesiones más sacrificadas, pero eso no significa que merezcan convertirse en el blanco de críticas injustas. Como se ha repetido hasta la saciedad en los últimos días, los profesores tienen entre sus tareas preparar clases y exámenes, corregirlos, realizar tutorías… No me parece tan fácil. A mayores, los hay que tienen ánimo para organizar actividades extraescolares o participar en programas europeos, por poner algunos ejemplos. Tareas que suponen una dedicación extra y que no creo que se vean especialmente reconocidas cuando se les tilda públicamente de vagos, se les obliga a trabajar más horas sin conocer cuántas lo venían haciendo y, además, se deja a unos cuantos en la calle a pesar de que “no hay ningún recorte”.
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