Vaya por delante que no soy imparcial. No puedo. Hace cosa
de cuatro o cinco años empecé a saber lo que era un break, un ace o un deuce
gracias a un tal Rafa Nadal. Empezaba a destacar y, como sucede tantas veces
cuando un español despunta en algún deporte, me fui interesando por el tenis.
Al principio podía ver una final de Grand Slam, igual una semi, pero acabé robándole
horas al sueño en más de una ocasión para verlo ganar y perder en partidos de
madrugada y no necesariamente en últimas rondas.
Nadal y Djokovic, tras la final del US Open. |
Este lunes tocó perder. Otra vez contra Novak Djokovic. La
cifras dicen que el tenista serbio gana al español por un parcial de 6-0 en sus
enfrentamientos de este 2011 –todos ellos en finales de distintos torneos-. No
cabe duda de que a día de hoy es mejor, y quizás llegue a serlo en la historia.
Pero hay algo en él que falla. Lo decía Conchita Martínez en la retransmisión de esta semana : “Ya sabemos cómo es”. Lo sabemos.
A Djokovic le encanta el espectáculo. Eso está bien cuando imitas a tus compañeros y todos se echan unas risas fuera de la pista, claro
que sí. Pero no lo está tanto cuando dudosas molestias de espalda que luego no
hacen que tu juego se resienta en absoluto provocan que pares el partido dos
veces en pocos minutos. Nadal reconoció que se enfrió, que fue en el peor momento.
No perdió por eso, desde luego, pero tampoco ayudó.
Si a Nole le dolía la espalda de verdad, se ha ganado a
pulso durante su trayectoria -plagada de salidas de tono- que se ponga en duda.
Nos tiene acostumbrados muecas y aspavientos desafiantes, incluso chulescos y
provocativos a veces, rozando la falta de respeto al rival y al público. Lo digo ahora, en la resaca
de la derrota de Rafa. Pero lo dije el día de su numerito con las lentillas –enfrentamiento que ganó el mallorquín-, así como la mayoría de veces en que le
he visto jugar.
Por eso me encanta Rafa. Porque sabe ganar y perder, es
humilde, autocrítico como el que más. Probablemente dice y hace siempre lo políticamente correcto, y seguro –¡digo
yo!- que a veces le apetecería salirse de esa línea. Pero no lo hace y eso le
diferencia de muchos de sus oponentes. También de Nole. Además, fue número 1
del mundo más de 100 semanas, ganador de 10 Grand Slams, 19 Masters 1000, una medalla de oro olímpica... ¿Djokovic
6-Nadal 0? Desde mi total subjetividad: sí… pero no.
(Y esta entrada la firma, como diría una buena amiga mía, la
señorita Nadal!)
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