Hace ahora dos
semanas, El País publicaba una entrevista de siete páginas con el candidato socialista a la presidencia del gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba. La leí con
atención, con interés, pero no encontré prácticamente nada nuevo ni
esperanzador. Eso sí, me quedé con una respuesta. Preguntado sobre el 15-M,
decía algo así como que los comprendía perfectamente, porque entre ellos hay titulados
sin empleo que piensan (copio y pego): "He hecho todo lo que me dijiste. Me
dijiste que estudiara y he estudiado, me dijiste que hiciese un máster y lo he
hecho, me dijiste que me fuese a un Erasmus y lo he hecho". La frase
podría haberla pronunciado yo, como tantos otros. No lo responsabilizo a él, ni a nadie en concreto, pero lo cierto es que sus palabras no me transmitieron esperanza,
sólo impotencia.
Hoy, el mismo medio publica un reportaje sobre su oponente, el candidato del PP, Mariano Rajoy. Se destaca que se sabe ganador aunque se muestre prudente y que cree -aunque sean palabras del periodista y no textuales suyas- que en la propia llegada de su partido al gobierno está la solución a los problemas. Este, más que impotencia, me transmite una falsa ingenuidad motivada por sus ganas de que a la tercera sea la vencida. Es como si eso, llegar a la Moncloa tras lo vivido en los últimos años -dos derrotas frente a Zapatero y verse tantas veces cuestionado dentro y fuera del su partido- fuese el primer milagro y, a partir de ahí, los demás fuesen a venir solos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario