Escribo esto a dos horas escasas de que se retome la final de Roland Garros, suspendida ayer como consecuencia de la lluvia intermitente en París durante toda la jornada. Lo escribo antes porque no sé quién va a ganar, pero lo que pienso sobre Novak Djokovic, ya explicado aquí otras veces, no va a cambiar en función de eso.
Estado en que quedó el banco de Djokovic tras arrojar su raqueta contra él. Debajo, otro gesto similar del número uno del mundo durante la final. |
Decían ayer los comentaristas de Mediaset que estaba volviendo el Nole de antes, pues el serbio, durante el año pasado, había aprendido a controlar sus "nervios" -quizás deberían haber dicho sus modales-. No estoy de acuerdo. El número uno del mundo nunca aprendió a perder y sigue sin hacerlo. Lo que ocurrió el año pasado es, sencillamente, que lo ganó todo de calle y no tuvo motivos para enfadarse.
Secuencia de cómo Djokovic destrozó su banco con la raqueta. |
Las consecuencias de la actitud del serbio obligaron a retirar su banco y sustituirlo por otro. Fotos: http://sports.yahoo.com |
Puede que hoy se lleve la victoria y puede -incluso independientemente de eso- que un día llegue a superar a Federer como el mejor de la historia. En títulos, en datos, en números. Pero yo no he visto nunca ni al suizo ni a Nadal tirar raquetas en repetidas ocasiones como hizo ayer Djokovic (que lo repita hoy o no dependerá solo de cómo se presente lo que resta de encuentro), rompiendo hasta su banco y mostrando sus caras desafiantes de siempre. Y el público de Roland Garros, contrario al español sin excepción, animándole. Allá ellos.
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