Lo que
nos ha querido transmitir el Partido Popular en general y el señor Rajoy en
particular desde mucho antes de ganar las elecciones y hasta el debate de
investidura que vivimos estos días me trae a la cabeza una idea que coincide con una
canción del último disco de Amaral –y que pronunció de hecho el domingo Esteban
González Pons- : Hoy es el principio del final (dicen). Del final de la crisis,
del paro y de las desgracias de toda índole en general, ya que estamos.
“Hoy”
era cuando se fuera Zapatero, cuando ganasen las elecciones y, ya
definitivamente, cuando pasen a ocupar, ahora ya de forma inminente –ya el hoy
de verdad-, el gobierno de España. Yo siempre digo –también aquí- que me
encantaría creerlo. Pero la pregunta más repetida ayer era: ¿cómo?
Mariano Rajoy, durante el discurso de investidura. |
Una vez
más, el discurso de Rajoy no sirvió para aclarar las cosas. Se mostró
conciliador, se dijo dispuesto a escuchar y a pactar y, en esa línea, todo
fueron buenas intenciones y palabras agradables a los oídos. Pero de verdad nos
debemos creer que las recetas del ya presidente son posibles? No subir los impuestos, no bajar las pensiones, recortar el gasto público… Si es tan fácil, ¿porque ya avisó, por otra parte, de que no habría milagros y de que vienen tiempos todavía complicados?
Además, hubo algunas perlas que dejan entrever por donde pueden ir los
tiros: reducir el número de funcionarios me pareció especialmente llamativo,
así como el hecho de que se vaya a mantener el retraso de la edad de jubilacióna los 67 años, medida a la que se opuso el PP en su día. ¿En qué quedamos? Si
una cosa parece clara es que, sea o no hoy el principio del final, lo que venga
ni va a estar exento de recortes ni se va a desmarcar por completo de algunas
de las líneas de acción que se criticaron a los socialistas. Porque Rajoy igual
quedó bien a ojos de sus simpatizantes. Pero no cuela, no, todo no se puede.
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