25

De tal día como hoy hace 25 años -4/I/1987- sé dos cosas: una, que era un domingo en que jugaba mi Celta y ganó -o eso dice mi padre- y dos, que nací yo, que me iba a llamar Marta, pese a que se me esperaba para diciembre del 86 -eso dice mi madre, y se convirtió en una de las batallitas que siempre cuento-. Y también que ya andaba por allí mi hermano, que tiene fotos en la nieve de aquel enero -la última vez que nevó en Vigo "de verdad"-, empeñado en enseñarme cosas, algo que sigue haciendo hasta hoy.

Recuerdo todos mis cumples en vacaciones -llevando los caramelos al cole a la vuelta-, en vísperas de la llegada de los Reyes y siempre en Vigo o en Chantada, creo que sin excepción. Recuerdo cómo me impactó cumplir diez años -¡ya eran dos cifras!-, los 18 -por aquello de poder votar, conducir y también ir a la cárcel, como me recordó aquel día una amiga en el sms de felicitación-, los 20 -porque ya eran muchos muchos- y ahora los 25, porque estoy a la misma distancia de aquellos 20 que de los 30 -y ya son muchos muchísimos-.

Aún puedo usar el carnet joven, pero para algunas estadísticas ya no lo soy. Hablaba de los cumples en vacaciones porque en su momento era a todas luces una ventaja, pero cuando la edad escolar queda atrás, la cosa cambia con lo que yo llamo eufmísticamente vacaciones indefinidas. A los 25 años se casaron mis padres y no es que quiera casarme, pero sí me gustaría la independencia y estabilidad que les permitieron hacerlo. Eran otros tiempos.

Hoy cumplo 25, muchos y pocos, con sabor -seguramente siendo egoísta por mi parte- agridulce. Dulce por lo mucho que tengo, lo vivido y aprendido, y amargo por lo que falta -y los que faltan, claro- pero esperemos que llegue. Porque si algo me lleva repitiendo todo el mundo, al menos, calculo, en los últimos diez años, es que tengo que ser más optimista. Gracias a todos los que alguna vez me lo han dicho, y que no me lleve otro cuarto de siglo conseguirlo :P.