Escribí poco antes del final de la temporada pasada sobre cómo cuando termina la competición, a unos equipos de fútbol -aplicable a cualquier deporte- les toca reír y a otros llorar. Lo sabemos todos y es inevitable: unos consiguen sus objetivos y otros no, y lo que logran unos dejan de hacerlo otros que aspiraban a lo mismo. Al Celta el año pasado le tocó sonreír: el ascenso a Primera después de cinco largos años.
Ahora retrocedemos de nuevo. No fue ni bonito mientras duro, me atrevería a decir, porque sufrimos en todo momento. Ya no solo con los resultados que no acompañaban desde el primer día, si no con el mal trago de la salida de Paco Herrera (y las formas del club con él), la polémica de Salva Ballesta y la cruzada que muchos medios emprendieron contra nosotros por este motivo, las desafortunadas actuaciones de Iago Aspas y Hugo Mallo y lo que estas trajeron consigo, la lesión previa del propio Mallo y, a última hora, del gran Mario Bermejo... Y, a otro nivel, el discutido sistema de Abel Resino, los fiascos de fichajes como Park o los refuerzos de invierno y otras decisiones controvertidas del club respecto a la afición (entradas derbi, campaña de abonados). Y dejo aparte los perjuicios derivados de actuaciones arbitrales injustificables. No, no fue una temporada fácil y termina, además, de la peor manera: con el descenso.
Una de las cosas con las que me quedo de esta temporada fue la despedida que el celtismo dio a Paco Herrera tras su cese, del que el técnico se enteró por la prensa. |
Pero también ha tenido sus cosas buenas. Vimos buen fútbol, plantamos cara a la mayoría de los rivales a los que nos enfrentamos, vivimos alguna remontada para la esperanza y, sobre todo, se vio a una afición volcada con el equipo en los mejores y en los peores -que, como decía, fueron muchos- momentos. Tenemos, además, una gran cantera, con el que se ha convertido, de la mano de David de Dios, en el mejor juvenil de la historia del club que quiero aprovechar para recordar, pese a que se quedó a las puertas de ganar la Copa de Campeones al perder en la final contra el Sevilla ayer.
Son días tristes, sí, pero quiero acabar estas líneas de la misma manera que acabé ese post de hace casi un año cuando aún no sabía si el Celta reiría: "Puede pasar de todo, pero si nos toca llorar, nadie nos quitará la esperanza de ser el próximo año de los que sonríen". Pues eso. No se sabe cuánto tardaremos, pero empieza la cuenta atrás para el regreso -y muy mal se tiene que dar la cosa para que los que leáis esto y yo no lo veamos-. #sempreCelta
Himno a capela (innovación de este año)
en un encuentro de la temporada que termina.
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