Empezaré diciendo, aunque sea -muy políticamente incorrecto- que cuando te enteras de que a un político que en absoluto cuenta con tu simpatía le han pegado no puedes evitar que te haga un poco de gracia y que que los tuits de "Mariano, sé fuerte" se saquen una sonrisa. Me refiero, claro, al incidente sufrido ayer por el presidente del Gobierno y candidato a la reelección el próximo domingo, Mariano Rajoy.
Pero también tengo que decir que cuando vi el vídeo ya dejó de hacerme gracia. Al leer inicialmente la noticia pensé que habría sido una tontería, que le habría rozado y poco más. Al fin y al cabo, sabemos bien que los medios tienden a exagerar con este tipo de cosas y que un asunto así se iba a consumir -y se ha consumido- de lo lindo. Lo cierto es que el presidente recibe un buen mamporro que acaba con las gafas en el suelo y su rostro enrojecido. Y esto es algo que, por muy poca simpatía que nos despierte Rajoy, nadie puede defender.
Luego está el tratamiento del agresor. Como siempre, se empezó a especular sobre si era cercano a determinado partido o a una ideología concreta. Leí un tuit que decía algo así como que si un votante del X partido mata a su pareja no sería bonito titular de esa manera, destacando ese rasgo como queriendo poner el foco en su condición de votante y buscando relacionarlo con la actitud criminal. Con esto sucede un poco lo mismo.
Además, y sin que esto sirva para justificar la agresión, ahora conocemos informaciones sobre el historial psiquiátrico del joven agresor -17 años- y los problemas mentales que tiene diagnosticados. Otra nueva muestra de que siempre nos precipitamos -yo la primera- a la hora de opinar.
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