En las últimas semanas hay un post mío que tiene muchas visitas que lo atiborran de comentarios spam en inglés (no sé muy bien cómo va eso ni a qué se debe, el caso es que no son visitas de gente que lea el contenido). Ese post, ya bastante antiguo, se llama Redes sociales: peligro y oportunidad y, aunque es casual esta circunstancia que comento, el texto y su título vienen muy al caso a raíz de una foto que ha trascendido estos días precisamente mediante esa vía. Los protagonistas son dos individuos en el palco de Balaídos mofándose del club:
Esta fotografía levantó iras entre la afición del Celta, lógicamente. Para más inri, parece ser que se trataba de operarios de una empresa que estaba realizando unos trabajos en el estadio y de cuyos servicios el club habría prescindido al trascender la instantánea. Son las consecuencias de una imagen que nunca debió hacerse, pero mucho menos debió compartirse en una red social. Sin meterme de lleno en lo que opino sobre el hecho de que cualquier persona se tome una foto como esa en esa situación (escenario del equipo rival del tuyo, porque no hace falta que diga de dónde era la empresa), lo cierto es que si esas personas estaban ahí dentro era en calidad de empleados de una compañía, ejerciendo las labores que implique su puesto de trabajo y que desconozco cuáles eran exactamente. Precisamente por eso, comprometieron a la empresa que les había contratado y quizás pusieron en riesgo sus propios puestos de trabajo. ¿Para qué? Para algo que no creo que les haya compensado en nada y que ha podido tener perjuicios graves y variados.
La moraleja es que hay que ser muy conscientes de que cualquier cosa que se publique ya no en redes sociales, sino en Internet en su conjunto, puede llegar a cualquiera. Pero mi teoría siempre me lleva a la misma conclusión: hay cosas que no se trata de no hacerlas en Internet, es que no hay que hacerlas (a secas) y así no habrá problemas sí o sí. Enlazo así con lo que escribí en Twitter, simple altavoz y espejo. A esos dos señores el espejo de Twitter les ha devuelto un reflejo lamentable. Pero es, ni más ni menos, lo que en ellos hay, con independencia de que esta foto hubiera salido a la luz alguna vez o no.
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Por sus actos (u obras) los conoceréis, que decía aquel. |
Esta fotografía levantó iras entre la afición del Celta, lógicamente. Para más inri, parece ser que se trataba de operarios de una empresa que estaba realizando unos trabajos en el estadio y de cuyos servicios el club habría prescindido al trascender la instantánea. Son las consecuencias de una imagen que nunca debió hacerse, pero mucho menos debió compartirse en una red social. Sin meterme de lleno en lo que opino sobre el hecho de que cualquier persona se tome una foto como esa en esa situación (escenario del equipo rival del tuyo, porque no hace falta que diga de dónde era la empresa), lo cierto es que si esas personas estaban ahí dentro era en calidad de empleados de una compañía, ejerciendo las labores que implique su puesto de trabajo y que desconozco cuáles eran exactamente. Precisamente por eso, comprometieron a la empresa que les había contratado y quizás pusieron en riesgo sus propios puestos de trabajo. ¿Para qué? Para algo que no creo que les haya compensado en nada y que ha podido tener perjuicios graves y variados.
La moraleja es que hay que ser muy conscientes de que cualquier cosa que se publique ya no en redes sociales, sino en Internet en su conjunto, puede llegar a cualquiera. Pero mi teoría siempre me lleva a la misma conclusión: hay cosas que no se trata de no hacerlas en Internet, es que no hay que hacerlas (a secas) y así no habrá problemas sí o sí. Enlazo así con lo que escribí en Twitter, simple altavoz y espejo. A esos dos señores el espejo de Twitter les ha devuelto un reflejo lamentable. Pero es, ni más ni menos, lo que en ellos hay, con independencia de que esta foto hubiera salido a la luz alguna vez o no.