martes, 27 de enero de 2015

¡En qué estaría yo pensando! (I)

Entre los regalos de mi último cumple había uno al que yo le había echado el ojo tiempo antes, un libro llamado ¡En qué estaría yo pensando! en el que un buen número de periodistas de El País reconocen un error cometido durante su trayectoria profesional y reflexionan sobre él. Cuando supe de su existencia, me atrajo mucho el producto, pero una vez leído, puedo decir que superó mis ya altas expectativas. Creía que serían errores de poca relevancia (anécdotas divertidas que tampoco me hubieran disgustado, al fin y al cabo) y que lo que harían los autores sería justificarse. Pero no. El reconocimiento tiene más valor todavía porque algunos son de bastante calado y los profesionales los lamentan y los asumen con naturalidad, por graves que sean. Chapeau para ellos.



30 periodistas de El País desgranan sus peores errores en el ejercicio de la profesión
Esta es la portada de ¡En qué estaría yo pensando!,
que recoge los testimonios de 30 periodistas
del diario El País. La ilustración es
de Tomás Ondarra.

En este post hago un resumen de las experiencias de cada uno de los treinta periodistas participantes; de quince, en realidad, porque al ver que me alargaba demasiado he decidido partir la entrada en dos. Adelanto que para la segunda queda el añadido de algunos errores cometidos por servidora.

¡En qué estaría yo pensando! comienza con una introducción en la que se explica lo que estipula el libro de estilo del diario acerca de cómo proceder en caso de error. Se llama a reconocer los fallos sin tapujos y a no ocultarlos, partiendo de la premisa obvia (pero que a veces algunos parecen olvidar) de que los periodistas, como todo hijo de vecino, se equivocan. "Quien no reconoce sus errores, no mejora", expone Álex Grijelmo en un prólogo que se atreve a poner el foco sobre dos equivocaciones históricas del diario: la atribución del 11-M a ETA y la falsa foto de Hugo Chávez publicada en portada. Es un libro que, para mí, hace grandes a los que se han prestado a colaborar en él (Grijelmo también deja caer que hubo otros a los que se le propuso y no accedieron); además, me gusta que me recuerde por qué ese periódico ha sido un referente durante tanto tiempo aunque últimamente haya ofrecido más de una muestra de haber dado pasos atrás en ese sentido.




Me permito hacer un repaso por los casos que se recogen en el libro y por las enseñanzas que creo se desprenden de ellos:

  • Batalla el alma. Carlos Arribas recuerda un artículo suyo en el que decía que España no tenía nada que hacer en el mundial de ciclismo de 1999 que luego ganó un todavía desconocido Óscar Freire. Por "una cuestión de orgullo malentendido", dice, llegó a desear que sus perseguidores alcanzaran al español cuando vio que se aproximaba a la meta para que la realidad no llevara la contraria a su desacertada predicción. Comenta que, a posteriori, el menos enfadado fue el deportista, que entendía perfectamente que nadie hubiera contado con él.

¡En qué estaría yo pensando! Errores en El País
La historia de Arribas se titula Batalla el alma porque una
parte de él, como aficionado al ciclismo, quería que Freire
se llevara la victoria; la otra pensaba en aquel pronóstico
que había escrito y que la realidad iba a dejar
en evidencia.

  • Una mujer convertida en prostituta. F. Javier Barroso cometió el error de dar credibilidad a un testigo de un suceso que resultó no estar en lo cierto. Esto le llevó a convertir en prostituta a una mujer que no lo era y que le pidió entre lágrimas una rectificación. Esta se publicó, sin embargo el periodista, sincero, termina su texto diciendo que "con la fe erratas se trató de salvar el honor de una inocente", pero que "jamás" sabrá si lo logró. Han pasado diez años de aquellas líneas fatíticas.
  • El pato, lacado y al estilo Pekín. La franqueza y la claridad con la que se expresan los periodistas en este libro llama especialmente la atención en el caso de M. A. Bastenier: "Estaba obnubilado por haber entrado a trabajar en el que consideraba el mejor diario del mundo. Era alguien que celebraba haberse conocido y llegó al delirio por el vértigo de la página en blanco". Esto le condujo a publicar un texto del que intuyo que no se siente muy orgulloso 30 años después. De su relato me quedo con otra enseñanza capital: "Oía  un gran periodista decir a un joven que no le interesaba lo que opinara de las cosas, sino lo que supiera de ellas"

¡En qué estaría yo pensando! Álex Grijelmo
Bastenier confiesa que se dejó llevar por la opinión
infundada y carente de información en el artículo
que tituló El pato que quería ser Espartaco.


  • Mucho más que una letra. Me gusta también lo que cuenta Emilio de Benito, licenciado en Química que confundió "plásmido" y "plasmodio" (ni que decir tiene que yo desconocía los términos antes de leerle) y que, cuenta, recibió pocas pero furibundas reacciones que le acusaban de no tener ni idea. Asegura que solo recordar su fallo le provoca una enorme desazón y, aunque menciona que trabajaba aquel mismo día en los dos temas (el plasmodio es el parásito que causa la malaria; el plásmido, un paquete de material genético), se nota que no lo hace para excusarse. Encuentro interesante su reflexión sobre la retroalimentación que hoy reciben los periodistas por medio de las redes sociales: "Muchos comentarios son alentadores o benévolos. Pero no falta la descalificación general, muchas veces con juicios infundados". Muy cierto.
  • "Iván está muy dolido". El pecado de Ramón Besa fue pasarse de la raya con sus juicios de valor para decir de Iván de la Peña que había pasado de "ser preso del amor de madre a esclavo de las decisiones" de su familia política. Trataba de explicar de esa manera el irregular rendimiento del jugador, pero es consciente de que se equivocó: "Hoy lo haría de una manera más respetuosa, menos apasionada y más certera, sin utilizar la palabra 'secuestro' ", reflexiona. Este es el enlace al artículo en la hemeroteca de El País.

¡En qué estaría yo pensando!
Guillermo Amor y el propio De la Peña trasladaron a
Ramón Besa el malestar del entonces futbolista culé
por lo que había escrito sobre él.

  • Lo que nunca dijo el Vaticano. A Gabriela Cañas le pasó factura el convertir en noticia una interpretación suya de la que se sentía segurísima, pero que no dejaba de ser una deducción personal no recogida en la literalidad de las palabras. Salió de una rueda de prensa convencida de que el Vaticano había aceptado la totalidad de los métodos anticonceptivos. "Mi error fue ir más allá de las palabras. La medida ambigüedad vaticana me superó", señala. Esta es la información que firmó Cañas, que data de 1995.
  • La ética, la estética y las maneras. Javier Casqueiro realiza al exponer su caso un análisis que tiene mucho de actual. Habla de sus propias maneras "fogosas, desvergonzadas, poco profesionales e innecesesarias" contra Loyola de Palacio durante la crisis del lino y las atribuye al clima de enfrentamiento brutal existente entonces entre Prisa y el Gobierno, aunque aclara que "no había ningún mandato" en ese sentido. Es decir, que la conciencia de ese enfrentamiento (de una línea editorial determinada, de la conveniencia de actuar de determinado modo según con quién, añado yo) le llevó a ir incluso más allá de lo que se le pedía. Y hoy el actual corresponsal del diario en Rabat considera un error aquella conducta que ve reflejada en esta información de 1999 que escogió.
  • "El glamur de los 'off the record' "Tereixa Constenla no tiene reparo en dar visibilidad a un error propio que puede parecer imperdonable: traicionar un off-the record. Le ocurrió en una entrevista con César Antonio Molina. Le trasladó a su jefe una frase del exministro aclarándole de inmediato que no se podía publicar. Pero ya no pudo evitar que aquella cita acabara en titular: "Zapatero me dijo que necesitaba una chica joven y más glamur" (no está de más recordar que su sucesora fue Ángeles González-Sinde). Ocurrió hace solo unos meses.


  • ¡En qué estaría yo pensando! Errores de periodistas de el País
    Tereixa Constenla solo tuvo que echar la vista atrás
    unos cuantos meses para dar con el que considera su
    peor error periodístico: llevar al titular -a instancias de
    sus superiores- un off the record.

  • Un formato fallido. Mónica Ceberio considera que se equivocó al dejarse llevar e ir más allá en una serie de reportajes que estaba teniendo una gran acogida. Había acertado en el enfoque de un tema tan delicado como los encuentros entre terroristas y víctimas de ETA, eso le dio confianza para dar un paso más y fue en falso: "Mi objetivo era ser invisible, no estar presente", explica el planteamiento inicial. El error vino cuando se relajó y decidió "probar un formato distinto". "Yo estaba presente en un texto en el que sobraba por completo. Y no funcionó", rememora. Ceberio no recibió reacciones de rechazo, más al contrario. Por eso su testimonio, para mí, tiene especial valor: lo que comparte en ¡En qué estaría yo pensando! es la convicción íntima de que no lo hizo bien. Publicado en 2012, es otro de los más recientes.
  • El Isra la lía parda en el barrio. Del relato de Álvaro de Cózar destacaría que la dura crítica que probablemente muchos haríamos a su titular ("El Isra la lía parda en el barrio") queda neutralizada por la que él se hace a sí mismo. "Lo detesto. Está escrito con una falta de sensibilidad que me asombra, con excesiva distancia de los personajes", describe. Menciona también que "los periodistas tienen estados de ánimo" que a veces se cuelan en las páginas del periódico y que él pasaba por una crisis profesional entonces. Y saca una enseñanza positiva: "Me ha ayudado a recordar lo que no se debe hacer, a estar alerta de mis ocurrencias, a ser más humilde". Aquí se puede leer el texto completo, de 2009.

¡En qué estaría yo pensando!
El titular es difícilmente justificable, pero no tiene
sentido ensañarse con alguien que demuestra ser el
primero que lo sabe. Y esa es la sensación que da en
su aportación al libro Álvaro de Cózar.

  • El orden atolondrado. El de Juan Cruz es un error de jefe que se tradujo en que el mismo artículo fuera publicado en el periódico dos veces, en días consecutivos. Lo atribuye al "atolondramiento" y al exceso de papeles sobre su mesa. Y se apunta a la confesión pública como terapia: "Hacer fe de los errores me ha ayudado a cicatrizar las heridas que siempre dejan en un profesional el cumplimiento fatal de los gajes del oficio".
  • Las pistolas de un polígrafo. Juan G. Bedoya resume su incidencia como "la historia de un entrevistado que se entusiasma ante el entrevistador y olvida que está hablando sin compromiso alguno de confidencialidad". Supongo  que que el personaje no tenga muy presente que lo que diga se va a publicar es el sueño del periodista (en el sentido de que se suelte más y vaya más allá de lo previsible en sus declaraciones), así que no veo claro un error que el profesional cree que está en no haberle recordado a su interlocutor que estaban manteniendo una entrevista, dado que la conversación se prolongó durante cuatro horas. El despistado era Pedro Sainz Rodríguez y el resultado se puede leer aquí.
  • Ayudas al pirateo. Es curioso lo que cuenta Rosario G. Gómez, cuya metedura de pata residió en detallar qué pasos había que dar para poder seguir -de manera ilegal- los partidos del Mundial de Fútbol de Corea y Japón en el año 2002. "Hoy somos los más fervientes seguidores de la propiedad intelectual y combatimos sin descanso la piratería audiovisual", concluye. Este es el texto en cuestión.

¡En qué estaría yo pensando! Rosario G. Gómez
El titular y, debajo, el último párrafo, que es en el que
se dan las clases para "el último recurso": el pirateo.

  • Las tumbas que no estaban protegidas. El ejemplo de Vicente G, Olaya lleva a pensar sobre lo inconscientes que podemos ser a veces sobre las consecuencias de lo que publicamos. Él sacó a la luz la existencia de tumbas visigodas en el municipio de Carabaña, un secreto que le había confesado el alcalde de la localidad con la condición de que dejara claro que estaban convenientemente protegidas tanto por el Ayuntamiento como por la Guardia Civil. Pero no era cierto que hubiera tal protección y a los pocos días los vándalos las destrozaron.
  • Todo por un apellido. La equivocación de Naiara Galarraga no sé si realmente se podría considerar tal. Resulta que en un reportaje sobre el euskera solo una fuente aceptó ser citada con su nombre completo. Cuenta que aquella persona era una amiga suya de la infancia y que cuando supo que los demás protagonistas del reportaje no daban la cara de la misma manera, la relación entre ella y la periodista se rompió de manera definitiva. Galarraga destaca que el País Vasco de hoy es diferente de aquel en el que "la violencia lo impregnaba todo". Pero si la interesada dio su autorización...



En la segunda parte, más...

7 comentarios:

  1. Al menos ellos reconocen sus errores y rectifican,aunque sea a más adelante.Entiendo lo que es trabajar con presión,la influencia de tu estado de ánimo del momento,dejarte llevar por tu punto de vista sobre el tema,etc.


    Ejemplo personal :


    Dos días trabajando "de prácticas"· en una filial de TNT y estaba muy nervioso.


    Llamó un cliente con cuenta a las 16:30,por lo que seguí el protocolo establecido y le comenté que no podían recogerlo porque no había dos horas de margen y pasaba al día siguiente a primera hora. Hasta ahí todo "normal"...
    El cliente entró en cólera y llamó pocos minutos después al comercial que llevaba su cuenta (cogíamos llamadas todos y,si no preguntaban por una determinada persona,les atendíamos).Resultó que era de IFEMA,un directivo,y pagaban un dineral mensual ( la publicidad de las ferias para recogerla de imprentas y llevar a las oficinas),por lo que el jefe del almacén cogió una furgoneta de la empresa y fue con él el comercial a la recogida para pedirle perdón en persona.
    Me echaron una bronca de órdago,por lo que en adelante ante la duda ponía la llamada en espera para preguntar a los compañeros.


    Como imaginas a estas alturas de la anécdota no me quedé como empleado con contrato,alta en la SS y nómina.
    Una pena porque no me equivoqué, salvo en otra ocasión y lo solucioné sobre la marcha,a ese nivel de nuevo.¡Qué se le va a hacer! Pequé de inexperiencia y no he vuelto a pinchar en hueso de esa manera en otros sitios.


    Espero que tus errores sean de bulto.;)


    P.D : ¿Cómo distingues los regalos de cumpleaños de los de Navidades?


    Yo solamente sé comprar libros a la hora de regalar a los demás.Para lo demás soy un completo desastre ; menos cuando compro para mí,en eso no fallo. xD

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  2. Cuándo un libro igual de los políticos? Cada día olvidamos un poco más que el error es una condición del ser humano y, además, necesaria para aprender y mejorar.

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  3. Qué libro más interesante, me parece que me lo voy a agenciar :) La verdad es que de los errores es de lo que más se aprende y para mi tiene más credibilidad alguien que reconozca en público que se equivocó (es algo que personalmente valoro mucho) que los que intentan aparentar ser perfectos.
    De los errores que mencionas el más grave para mi es la violación en la confidencialidad del off the record. Y el menos grave el de la repetición de artículos. Entiendo muy bien la equivocación a la hora de elegir formatos de Mónica Ceberio, porque a veces las ganas de ser innovadores y atrevidos nos juegan malas pasadas...

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  4. La verdad es que a mí me encantó. Aún tengo que hacer la segunda parte, a ver si esta semana, que aquí solo repaso la mitad de los casos. Te lo recomiendo :)

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  5. No sería mala idea, no... ¡Pero no lo verán nuestros ojos!

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  6. Para mí tienen mucho mérito, sí. Es muy sano, pero también hace falta valor para atreverse. Lo más fácil es intentar que pase desapercibido y en casos como algunos en los que ya ha pasado tiempo desde el error, que caiga en el olvido y ni mucho menor volver sobre él como hacen los participantes del libro.

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  7. Algunos de los errores del libro son lo suficientemente graves para que les hubiera caído alguna buena bronca también. Pero otra de las cosas que se desprende del libro es que todos aprendieron la lección.

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