jueves, 24 de enero de 2013

Sobre el cielo y el infierno

Todos hemos oído  alguna vez que los buenos van al cielo y los malos al infierno. En la misma línea de los dibujos animados donde un protagonista tiene que decidir entre hacer caso al angelito o al demonio, o de cómo, continuando tono infantil que todo lo anterior, a los niños se les prometen los juguetes en Reyes si se portan bien y se les amenaza con el temido carbón en el caso contrario. Es la clásica dicotomía entre el bien y el mal, tan presente en el catolicismo de la mano de esa oposición cielo-infierno (con permiso del purgatorio) con la que comenzaba.


Muere la monja acusada en el caso de los bebés robados
Sor María Gómez Valbuena ha fallecido a los 87 años.

Esta mañana nos levantábamos con la noticia del fallecimiento de Sor María Gómez Valbuena, una monja que no es conocida por las obras sociales con las que se podría asociar a una persona como ella -y que, efectivamente, llevan a cabo muchas religiosas anónimas que sí realizan una labor encomiable-, que en teoría entregan su vida a Dios y a los demás. Lo que supuestamente hacía esta es entregar a otros los bebés de los demás; porque a Sor María la conocemos por estar imputada en varios casos de robos de bebés entre las décadas de los 60 y los 80 que ahora podrían ser archivados.

La semana pasada, sin ir más lejos, una de las madres denunciantes tenía una cita con la persona sospechosa de haberle arrebatado a sus hijas gemelas; entonces, la defensa de la monja alegó problemas de salud que le impedían acudir al juzgado a declarar y la mujer víctima del robo en cuestión lamentó no poder verse con ella "cara a cara" como le hubiera gustado. Ahora, ni ella ni tantas otras (sin olvidar a los padres) podrán hacerlo.


Concentraciones de la plataforma SOS bebés robados
Imágenes correspondientes a concentraciones del colectivo SOS bebés robados.

Siendo Sor María religiosa, es de suponer que ella sí creía en el cielo y en el infierno. Y me pregunto si se habrá ido con la conciencia tranquila. También cabe recordar que esa Iglesia Católica a la que pertenecía -y que, ojo, hace una labor social digna de ensalzar en muchos casos, repito- es la misma que condena y a veces criminaliza el aborto, el matrimonio homosexual o incluso el uso de anticonceptivos por considerar todo esto contranatura. Una iglesia que se empeña en decidir lo que se debe hacer y lo que no yendo mucho más allá de lo que nadie discutiría que está mal (matar, robar, etc. etc.) para luego tener que ver cómo muchos, desde dentro, incurren en daños a los demás como los que suponen la pederastia o el robo de bebés, que ya no es que entren dentro de lo opinable, sino que son de los que resultan condenables a todas luces. 

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