martes, 11 de octubre de 2011

De la rivalidad al odio

Hace poco leí que se cumplían diez años de la jugada fortuita en la que el celtista Giovanella provocó una grave lesión al deportivista Manuel Pablo. Se trataba de jugadores de dos equipos rivales que, lejos de pasar a odiarse empujados por esa gran enemistad de fondo que podría haberse visto acentuada por un hecho así, llegaron a mantener un contacto cercano y cordial durante algún tiempo. Un ejemplo por parte de ambos –el brasileño, interesándose por la evolución del español; este, aceptándolo-, sobre todo del futbolista canario, quien, qué duda cabe, se llevó entonces la peor parte.


Derbi Celta-Deportivo 2001, Manuel Pablo y Giovanella
Se cumplen diez años de la lesión de Manuel Pablo.

La rivalidad en el deporte es sana. No hay nada malo en que existan piques que le dan más emoción e interés a determinados partidos de fútbol, esos que llamamos derbis o clásicos. Pero a veces se va demasiado lejos: agresiones entre aficiones, partidos de alto riesgo que requieren aumento de presencia policial, tanganas en el terreno de juego que suponen un peligroso ejemplo, aversión que de los equipos pasa a las ciudades… Tampoco estoy de acuerdo –yo, celtista hasta la médula y nada simpatizante del eterno rival- con que en Vigo se celebrase el pasado mayo el descenso del Deportivo en el lugar reservado para nuestros éxitos. Cosas como esas dan pie a que haya gente que te mire con recelo en Coruña cuando dices que eres de Vigo –ya si mencionas que sigues al equipo local ni te cuento-. Y al revés, imagino, porque no se me olvida cómo los deportivistas se acordaron de Vigo en las celebraciones de sus títulos. Igualmente innecesario. Y seguro que habrá montones de episodios anteriores que se me escapan. Unos por otros y así estamos.


Derbi Celta-Deportivo, Alexander Mostovoi y Mauro Silva
El derbi es uno de los encuentros que más
 interés despiertan en Galicia.

Parece que estas cosas sólo se olvidan ante las desgracias. Lo olvidaron Manuel Pablo y Giovanella, como lo hicieron años más tarde Betis y Sevilla a raíz de la muerte de Antonio Puerta. Entonces se hizo mucho hincapié en cómo la afición bética se había volcado con la sevillista. ¿Era algo digno de ensalzar o lo lógico entre personas normales? A priori me quedaría con la segunda opción, pero cuando te encuentras con que hay aficionados capaces proferir cánticos como "ea, ea, ea, Puerta se marea", una ya no sabe qué pensar.

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