Siempre he defendido que frases como aquella de que uno recoge lo que siembra las desmiente la vida un día sí y otro también. Creo haberlo vivido en carne propia, pero también se lo he visto vivir (o sufrir) a muchas otras personas. Un caso mediático de estos días es el de Iker Casillas. Porque uno puede ser madridista, detestar al equipo blanco o sentir indiferencia hacia él, y lo mismo con el propio futbolista, pero cualquiera en una valoración objetiva debe reconocer que el portero es un jugador histórico al que el conjunto blanco tiene mucho que agradecer y que no merecía la despedida que le ha brindado su club de toda la vida, el mismo que tantas veces había presumido de tener en sus filas al mejor portero del mundo y de que, además, era un canterano que llevaba allí desde niño.