Iñaki Urdangarín
respondía al modelo de hijo, marido y yerno perfecto. Rubio, guapo, deportista
–y medallista-, educado y agradable. El vasco que llevó al altar a la infanta
Cristina era, de hecho, preferido por la mayoría frente al esposo de su hermana
Elena, el extravagante, antipático y no especialmente agraciado físicamente
Jaime de Marichalar.
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| Urdangarín, en su faceta de deportista, con la medalla lograda en Atlanta 1996. |
Por
todo esto, nada hacía sospechar que el ex jugador de balonmano anduviese metido en asuntos turbios. Ni siquiera la precipitada y algo extraña marcha de la familia Urdangarín-Borbón a Estados Unidos, aunque inesperada, hacía intuir
algo así, por mucho que
ahora, a posteriori, sí se relaciona con las prácticas irregulares en
las que podría estar involucrado el marido de la segunda de las hijas de los
Reyes.
| El Duque, con los hijos fruto de su matrimonio con la Infanta. |
Sea o
no imputado, juzgado y condenado o absuelto, y a pesar de su defensa, todo apunta a que Iñaki Urdangarín
no ha hecho las cosas bien. Pero, ¿por qué? Descartada por completo la motivación de la necesidad,
todo apunta a la ambición. Y por mucho que esta tire, detrás de todo esto
también debe haber una convicción de que no se te va a descubrir y/o de que no
va a tener consecuencias. Lo primero ya se ha demostrado falso. En lo segundo
sólo cabe esperar que Urdangarín sea tratado, a todos los efectos, como aquel
deportista desconocido para el gran público que un día conoció a una infanta de
España.



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